A tres años de la conquista de México desembarcan en Veracruz 12 franciscanos, caminan descalzos vistiendo sus hábitos rotos y se dirigen a la ciudad de México Tenochtitlan pasando por Tlaxcala. Flacos y con actitud sencilla llaman la atención de la gente de estas tierras, pues los miran pobres pero ven como el conquistador los respeta y venera con gusto o por compromiso.
Los siete cerros donde sacrifica el azteca niños, los templos e ídolos en los que se arranca el corazón del hombre y la mujer para comer después sus carnes asombran y los ojos de cada fraile haciendo que no detengan a comprender pensar la cosmogonía del hombre mexica y ordenan destruir los templos e ídolos paganos construyendo sobre ellos nuevos templos franciscanos. 
El hombre sacrificado para los dioses y el dios sacrificado para los hombres se sincretizan, con las piedras de los viejos templos construyen los nuevos y deja de haber sacrificios humanos religiosos. Quedan reproches desde esos días hasta los nuestros, se habla de torturas, muerte, abuzos,robo de tesoros y cosas que son ecos pero nada imposibilitan que la religión más grande de México sea la católica por todos los lugares. Ojalá algún día se permita explorar bajo los templos franciscanos las ruinas de los templos prehispánicos.
